En 1989 fue creada en Barcelona la Unidad del sueño del Instituto Universitario Dexeus. Se trata de una clínica especializada en el diagnóstico y tratamiento de los trastornos del sueño, una fascinante rama de la neurología que ha devuelto el descanso y las ganas de vivir a miles de ciudadanos.
por
Josep Guijarro
Según los expertos, los seres humanos pasamos aproximadamente una tercera parte de nuestra vida durmiendo. Todos dormimos sin que nadie nos haya enseñado a hacerlo y, casi siempre, somos capaces de distinguir cuando una persona está despierta o dormida. Pero no es así para todos. Para una creciente minoría el sueño es casi una utopía, algo difícil de conseguir. Las alteraciones del sueño constituyen uno de los problemas más frecuentes del hombre del siglo XXI. Los ruidos, el ritmo de vida, las preocupaciones, hacen que un gran número de personas sufran numerosos y constantes trastornos en su sueño. Pero no se apure. Casi todo tiene solución.
Existen en España varias clínicas y unidades dedicadas al sueño. La medicina de este campo ha experimentado su mayor desarrollo en las dos últimas décadas. Estudia la fisiología normal durante la acción de dormir y las alteraciones que se pueden presentar en relación con el sueño ya sea por una somnolencia exagerada (hipersomnio), o el insomnio (sueño insuficiente). En menor cuantía, los expertos tratan otros fenómenos que pueden presentarse durante el sueño como el hecho de hablar, caminar dormido, los sueños fragmentados o poco reparadores e incluso los ronquidos. El Laboratorio de Sueño se ocupa del estudio, diagnóstico y tratamiento de todas estas alteraciones.
Así funcionan
Una de las unidades más reconocidas de nuestro país fue creada por el doctor Eduard Estivill en 1989. Este neurólogo catalán está considerado una de las máximas autoridades de este campo, autor de varios libros y, director de la Unitat del Son del Institut Universitari Dexeus, de Barcelona.
En su consulta reciben tratamiento todas las alteraciones del sueño con un promedio de más mil visitas anuales. Desde su creación ha recibido la friolera de 14.500 pacientes, muchos de ellos niños y recién nacidos.
La Unidad del Sueño es, simplemente, un servicio médico como cualquier otro. “Del mismo modo que existe una unidad dedicada a la diabetes o al dolor de cabeza –explica Estivill- este es un servicio para el ciudadano en el que realizamos una historia clínica de las personas que vienen, es decir, escuchamos lo que nos explican y hacemos preguntas relativas a las diferentes enfermedades que haya podido padecer y, en función de nuestras necesidades, encargamos una serie de pruebas complementarias para estudiar el sueño de estas personas”.
A menudo, una historia clínica detallada es el pilar diagnóstico de los trastornos del sueño y en muchos casos puede ser suficiente por sí sola, pero “del mismo modo que se encarga una radiografía para el que tiene tos, nosotros realizamos una prueba del sueño para ver cómo duerme una persona. De esta forma –asegura Estivill- podemos averiguar, por ejemplo, la razón por la que no descansa bien, ronca, o da patadas por la noche. Esto –concluye- es lo que llamamos Estudio del sueño”.
El Estudio del sueño suele incluir el denominado polisomnograma. Como su nombre indica se trata del registro simultáneo de varias constantes fisiológicas que ofrecen como resultante un gráfico de referencia sobre el que el especialista valora la “arquitectura” del sueño. Ésta se establece en función de una serie de parámetros tales como la actividad cerebral (Electroencefalograma), la del corazón (Electrocardiograma), la de los ojos (Electrooculograma), y de los músculos del mentón, cervicales, y eventualmente diafragma, para evaluar tono muscular y movimientos respiratorios, (Electromiograma). En ocasiones el especialista puede requerir pruebas del flujo aéreo respiratorio nasal y bucal, o la llamada Oximetría, una prueba que determina la saturación de O2 en la sangre capilar.
La polisomnografía no es un tratamiento sino una prueba diagnóstica que marcará la pauta de actuación frente a un determinado trastorno del sueño pero, ¿qué puede ser considerado un trastorno del sueño?
Trastornos del sueño
La primera clasificación que puede hacerse de los trastornos del sueño es atendiendo a la duración y profundidad del mismo. Si es más prolongado de lo normal es denominado hipersomnia y si es más superficial y de menor duración recibe el nombre de hyposomnia. También existe la denominada dyssomnia cuando la naturaleza del sueño es anormal.
Los trastornos del sueño pueden estar producidos por alteraciones orgánicas o funcionales. La mayoría de expertos están de acuerdo que en el 95% de los insomnios tienen una causa funcional.
“El insomnio es el mayor de los trastornos que aquejan a nuestros pacientes –declara Estivill-. Se dice que un 10% de la población sufre insomnio de forma crónica –lo que equivale a decir que cada día duerme mal- y si sumamos a aquellos que lo sufren de vez en cuando alcanzaríamos cifras entre el 25 y el 30% de la población. Después hay un grupo no muy numeroso pero sí significativo, entre un 5 y un 6 % de la población que ronca y sufre apneas, es decir, que se ahoga durante la noche y esto les impide descansar. Por ese motivo al día siguiente, por la mañana, tienen sueño.
Hay otro colectivo, finalmente, que alcanza el 30% que son los niños. Hay un 30% de los recién nacidos que sufren una alteración del sueño o un mal dormir, un insomnio en suma, por una serie de hábitos incorrectos. Esta es de las patologías más agradecidas –declara-. En nuestra Unidad hemos llevado a cabo un buen trabajo con ellos para ayudar a los padres a enseñar a dormir bien”.
Duérmete niño
En efecto. Dormir es un hábito, como lo es comer. Y, según Estivill es muy importante entenderlo. “El hambre es, por ejemplo, una necesidad del cuerpo, pero comer bien, es una cosa que se aprende. El sueño es también una necesidad del cuerpo, es decir, necesitamos dormir para estar despiertos al día siguiente pero dormir bien es una cosa que se aprende. El sueño es la fábrica de nuestro día, por eso enseñamos a dormir a los niños”.
A primera vista puede sorprender, pero es cierto: no nacemos sabiendo dormir bien sino que aprendemos a hacerlo. Lo que ocurre es que este aprendizaje suele producirse de una forma natural, sin que padres e hijos se den cuenta de ello.
Según el doctor Estivill en el 98% de los casos de insomnio infantil tiene su origen en un hábito mal adquirido y claro, las consecuencias no sólo las sufre el niño sino también los padres que tienen que levantarse de noche.
Los adultos tenemos un ritmo biológico que se repite cada casi 25 horas y que regula nuestro cuerpo, marcando patrones de vigilia-sueño, los momentos en que tenemos hambre, la secreción de las hormonas, la temperatura corporal, etc. Para que nos sintamos bien, es necesario que ese ciclo circadiano (“cerca de un día”) funcione a la perfección. En el momento en que nos acostamos tarde un día o, sencillamente, nos saltamos una comida, nuestro reloj biológico se desajusta y nuestro cuerpo e, incluso, nuestro estado de ánimo se resienten.
En el caso de los recién nacidos, estos ciclos son mucho más cortos, cada 3 o 4 horas. En ese periodo de tiempo el niño se despierta, le limpian, es alimentado o se duerme. A partir del tercer o cuarto mes de vida, sin embargo, los niños cambian su ritmo biológico para, progresivamente, adquirir el de los adultos. El lactante presenta periodos de sueño más largos hasta conseguir 12 horas. Y es aquí donde los padres pueden “enseñar” a dormir a sus hijos creando pautas y hábitos rutinarios que no violen sus ciclos naturales. La razón de todo está en la fisiología cerebral, en un grupo de células que funcionan como un reloj y ayuda a poner en hora las distintas necesidades del cuerpo y dormir es una de ellas.
Las áreas del sueño
Las células anteriormente mencionadas reciben el nombre de núcleo supraquiasmático del hipotálamo y radican en esta fascinante zona del cerebro. Han sido precisamente los estudios clínicos de la anatomía cerebral los primeros en dar una base científica a la localización encefálica de la regulación del ritmo vigilia-sueño. Una de las observaciones más antiguas corresponde al doctor Gayet (1875) que pudo evidenciar en la autopsia de un paciente de veintiocho años como la una encefalitis crónica le conducían a un estado de continuo sopor. Gayet advirtió lesiones en la sustancia gris periacueductal y en las paredes del III ventrículo. Para no cansar al lector con términos excesivamente técnicos le remitimos a la infografía que publicamos en estas páginas y que representa un corte esquemático del cerebro en el que hemos señalado las zonas donde se asentaban lesiones que producen hipersomnia (negro).
Todo hace pensar, por tanto, que las lesiones cerebrales juegan un papel decisivo en los problemas de insomnio e hipersomnio pero lo habitual es que la razón del problema estribe en lo psicológico.
Función del sueño
Cuando dormimos lo que hacemos es una función de reparación, es decir, nuestro sueño fabrica todo lo que gastaremos al día siguiente. De hecho antiguamente se pensaba que cuando una persona dormía era como si apagáramos la luz y no pasaba nada más hasta el día siguiente por la mañana. Ahora sabemos que esto es totalmente incierto. “Durante la noche –explica Eduard Estivill- todo sigue funcionando excepto nuestros músculos, que son los únicos que descansan. De hecho durante la noche nuestro cerebro, por ejemplo, gasta más glucosa –que es como la gasolina de nuestro coche- que cuando está despierto. Los pulmones funcionan, los riñones funcionan… Durante la noche el cerebro fabrica diferentes sustancias que son imprescindibles para estar despierto al día siguiente. Por lo tanto es como si durmiéramos para estar despiertos”.
Si acudimos a un fisiólogo especializado en el estudio del sueño nos dirá que con unas tres horas hay más que suficiente para la recuperación orgánica, lo que no impide que el resto del tiempo que pasamos durmiendo, que aparentemente no sirve para nada, sea tano o más útil que el empleado para la recuperación física. Ese tiempo lo empleamos para soñar y todos están de acuerdo que si no soñáramos no podríamos vivir. Es como una suerte de reorganización de nuestra conciencia.
Los sueños y la personalidad
“El mundo onírico es el reflejo de nuestra personalidad –sentencia Estivill-. Es necesario que separemos el sueño de los sueños”.
El primero consta de varias fases. Tres para los no especialistas, una de duermevela o de somnolencia, transición entre la vigilia y el sueño; otra de sueño propiamente dicho y, por último la fase previa al despertar. Los primeros en distinguirlas fueron Loomis y sus colaboradores en 1937 tras analizar el trazado del Electroencefalograma (EEG). “Los sueños tienen lugar en la fase REM (Rapid Eyes Mouvement), en los otros no soñamos” –asegura Estivill.
La mecánica es la siguiente: Cuando nos quedamos dormidos existe un estadio inicial en el que se produce un paulatino corte con el mundo objetivo. Tras 15 minutos se llega al sueño profundo. A los 60 o 70 minutos aparece el primer sueño (REM) que oscila entre 9 y 10 minutos de duración. Entonces repetimos el ciclo del sueño profundo y llegamos a un segundo sueño, más largo, y una nueva fase REM. El ciclo vuelve a repetirse hasta la séptima u octava hora de sueño que es cuando despertamos.
“Lo que sabemos de los sueños es que son una mezcla de información. Cuando estamos despiertos –asegura Estivill- somos capaces de explicarla de forma coherente. Por ejemplo: si yo ahora pregunto qué has hecho antes de venirme a ver. Seguramente responderías: me he levantado, me he duchado, he desayunado y he venido hasta aquí. En cambio esta información que queda en nuestro cerebro cuando dormimos se mezcla de forma anárquica. Por eso interpretar los sueños desde un punto de vista estrictamente científico no es posible. Todavía no sabemos lo suficiente –concluye-. Realmente nos limitamos a estudiar lo que llamamos pesadillas en los que se halla presente la angustia, la ansiedad… la gente sueña cosas extrañas como que le persiguen o no llega… pero realmente lo que es seguro es que esta fase del sueño, la REM, donde se producen los sueños ocupa el 25 por ciento de nuestro tiempo de descanso y por lo tanto es muy importante”.
Todos soñamos
Todas las experiencias realizadas han demostrado que es imposible incrementar el tiempo que habitualmente dedicamos a soñar y que tampoco existe una forma natural de disminuir el tiempo que soñamos ni dejar de soñar, si bien esto último puede conseguirse gracias al empleo de fármacos. Cuando una persona es privada de su ración diaria de sueños empieza a sufrir alucinaciones y trastornos nerviosos que conducen a la neurosis e, incluso, a convulsiones. El sujeto busca desesperadamente la forma de recuperar sus sueños perdidos aunque sea intentando soñar repetidas veces durante el día brevísimos instantes.
Entonces todos soñamos pero; ¿por qué algunos no recuerdan sus sueños?
“Hemos quedado que los sueños se producen durante la fase REM pero claro, para acordarnos de un sueño –dice Estivill- tenemos que despertarnos cuando nos hallamos en esa fase. Si no lo hacemos no recordamos el sueño. Todo el mundo sueña, lo que ocurre es que no todo el mundo lo recuerda porque no todo el mundo se despierta durante la noche. Muchas veces, si nos despertamos por la mañana coincidiendo con una fase REM es cuando recordamos el sueño. Muchas veces cuando son cosas banales, por ejemplo, si soñamos que nos levantamos, nos cepillamos los dientes y tomamos café seguramente no lo recordaremos porque es muy habitual y la integramos como algo nuestro pero si, en cambio, soñamos algo que os genera angustia –que puede provocar incluso que nos despertemos- entonces esto sí lo recordamos. Esto es muy característico de la gente mayor. Los ancianos se despiertan varias veces por la noche, por eso dicen que recuerdan más los sueños. Hay muchos ancianos que dicen: yo antes no soñaba nunca y ahora lo hago mucho. No. Sueñan lo mismo sólo que antes no se despertaban durante la noche y en consecuencia no los recordaban y ahora sí”.
Sueños peligrosos
Soñar, sin embargo, no es siempre sano. El doctor Estivill lo tiene claro: “Cuando la situación es muy exagerada y la persona sufre mucho, por ejemplo… y no sólo eso, cuando los sueños se convierten en algo violento porque el paciente se mueve, grita o se levanta, entonces más que una alteración del sueño esto representa un ‘mal dormir’ para esta persona. Por dos razones fundamentales: Una porque no descansa y otra porque lo pasa mal y le genera angustia. Por eso tenemos una serie de medicaciones que administradas durante un corto periodo de tiempo pueden mejorar esta patología”.
La Unitat del Son del Institut Dexeus de Barcelona estudia en la actualidad la influencia que puedan tener los televisores, el ordenador o el teléfono móvil en nuestro descanso. “No hay nada concluyente –advierte su director-. No sabemos si afectan o no. En los temas de magnetismo o de radiación estamos empezando”. Aunque admite que “si las mareas están influenciadas por campos magnéticos porque tenemos que ser tan prepotentes y pensar que los campos magnéticos no pueden influir en nuestro descanso y en nuestros sueños”.
Algunos trastornos
Ya hemos indicado que los trastornos del sueño son numerosos y que pueden esconder problemas orgánicos y funcionales de nuestro cerebro aunque hay otra serie de trastornos, denominados esenciales, que no es posible evidenciarlo fisiológicamente.
Entre los primeros se encuentra la llamada narcolepsia. “Es una enfermedad que afecta a una de cada 10.000 personas –explica Estivill- pero sobretodo sabemos que no podemos curarla”.
La narcolepsia es una enfermedad angustiante porque quien la padece sufre ataques de sueño. Fue descrita en 1880 por Gélineau y se caracteriza por una necesidad invencible de dormir que obliga al sujeto a tenderse para evitar desplomarse vencido por el sueño. Estos ataques de sueño pueden ocurrir una o varias veces a lo largo del día. “Es gente normalísima, sin problemas psiquiátricos, pero que se duerme súbitamente sin poder resistirse –precisa Estivill-. Yo tengo pacientes que han estudiado la carrera de medicina, que realizan trabajos en los medios de comunicación, personas válidas desde el punto de vista intelectual pero que sufren esta enfermedad con la que deben tener mucho cuidado porque conducir, por ejemplo, supone un riesgo para ellos lo mismo que llevar a cabo tareas rutinarias porque sobrevienen las crisis y desgraciadamente no tenemos remedio para ellas”.
Otro trastorno del sueño, llamativo para los no especializados, es el denominado sonambulismo. Hay diferentes tipos de sonámbulos. “Normalmente –nos dice Estivill- se trata de una patología muy benigna. Sería más bien una alteración del sueño. Una persona que se despierta bruscamente mientras duerme y lo que hace es que dentro de este ‘despertar’ no lo hace completamente. Es como si estuviera medio dormido y medio despierto. Un sonámbulo realiza cosas que ha aprendido a hacer durante el día”.
Lo importante es saber que la mayoría de alteraciones y trastornos del sueño tienen solución. La mayoría a través de un hábito sano, de respetar los ciclos biológicos y saber sacudir el stress y nuestras preocupaciones diarias pero aun cuando no es posible hay especialistas que velan por la salud de nuestro descanso.