jueves, 30 de agosto de 2012

Caso Tivissa, algo más que una leyenda


Un aterrizaje OVNI, un testigo que no aparece, un informe que desaparece, un lugar lleno de misterios y, preguntas, muchas preguntas por resolver. Son los ingredientes del caso Tivissa, llamado a ser uno de los grandes mitos de la ufología española este “incidente” OVNI ha marcado un antes y un después en la memoria de muchos. Cuarenta y cuatro años más tarde sigue siendo un gran enigma pendiente en nuestros archivos.

Por Josep Guijarro

Recreación 3D del episodio de Sierra d'Almós

Una “leyenda urbana” es, por definición, un relato de origen inescrutable, de difícil verificación y cuyo contenido es chocante. La historia que nos ocupa se amolda como anillo al dedo a este enunciado. Estuvo en boca de todos pero jamás pudo ser comprobado, a pesar de que legiones de investigadores y curiosos visitaron en los años setenta los alrededores de Tivissa, en la provincia de Tarragona, en busca de las pruebas materiales de lo ocurrido. Y, desde luego, como las buenas leyendas urbanas, tiene una historia y un desenlace chocante…, muy chocante, sino juzga por tí mismo.

La noticia
Todo empezó el 27 de agosto de 1968. Ese día el desaparecido rotativo barcelonés Tele Express publicaba en sus páginas una extensa carta al director en la que se daba cuenta de la observación y posterior aterrizaje de un Objeto No identificado en la zona de la conca de Tivissa. Hasta aquí nada extraordinario para los lectores, acostumbrados entonces a ver casi a diario en los medios de comunicación nuevos incidentes OVNI.
Sin embargo el remitente, que decía ser el cuñado del testigo, describía en su misiva a dos seres con forma de “pulpo”, pero con cuatro extremidades en lugar de ocho, que habían descendido a plena luz del día de un misterioso objeto semicircular, como una “media sandía”  que se hallaba suspendido a poco menos de un metro del suelo. Esto era ya más llamativo.
El firmante de la carta, Sebastián Mateu, aseguraba que su cuñado Juan se había desmayado de la impresión y que él mismo había podido comprobar al día siguiente como en el lugar del incidente, situado en la Sierra de Almós, desde donde era visible el mar, habían aparecido dos circunferencias negras en el suelo así como restos de hierba quemada. No era un incendio convencional porque según explica Mateu, “cuando regresé de ver los manchones quemados, el reloj se me había parado”.
Sorprendido, el hombre puso en conocimiento de aquellos extraños incidentes a una pareja de alemanes que descansaba en una tienda de campaña próxima al lugar que no sólo escucharon con atención su relato sino que, incluso, experimentaron en sus carnes la misteriosa parada de los relojes. Tras advertirle que aquellos “pulpos” podían ser seres de origen extraterrestre, Hans Volkert –así decía llamarse el campista- tomó fotos del reloj con objeto –según dijo- de publicar la noticia en “Wien”, Austria, donde se halla domiciliado. Nunca más se supo de él ni de su esposa… ni tampoco de Sebastián Mateu… Me explico.

Empiezan los interrogantes
No es extraño que frente a la publicación de una noticia tan llamativa los investigadores del fenómeno OVNI se movilizaran y trataran de corroborar la historia visitando el lugar del suceso y entrevistando a los testigos. Pero justo aquí empezaron a complicarse las cosas.
El histórico CEI (Centro de Estudios Interplanetarios) de Barcelona se puso en contacto con la redacción del rotativo Tele Express y consiguió la carta original. Allí no supieron darle razón de dónde localizar al autor del escrito, tan sólo poseían la misiva en la que no figuraba el remite. La única pista se hallaba al principio y al final del texto cuando su autor daba cuenta que vivía en la Sierra de Almós, en una masía situada a 7 kilómetros de Tivissa. Y, al final, cuando firmaba como “Sebastián Mateu - Caserío de Darmós, Tivisa, Tarragona”.
Con esos datos, a finales de agosto de aquel año, varios investigadores del CEI se desplazaron a la zona en busca del caserío, pero nada. Ni rastro. Tampoco ningún vecino supo reconocer a Mateu alguno. Y lo que era más desolador. Desde el sitio donde –presuntamente- había ocurrido la experiencia y al que habían acudido numerosos curiosos, no era visible el mar. ¿Podía ser aquello un bulo, un sainete, la broma pesada de algún desalmado?

Las cosas se complican
Con la intención de resolverlo el 13 de septiembre de 1968 Tele Express publicó en su sección de cartas un llamamiento de Vallés Tuset, en nombre del CEI, con objeto de recabar información sobre Sebastián Mateu y los hechos que tuvieron lugar en la Sierra de Almós. Para entonces el asunto ya había trascendido a más medios y agencias de prensa ocasionando que una legión de curiosos se desplazara los fines de semana a Tivissa en busca de extraterrestres y otros fenómenos singulares.
Pero el llamamiento tuvo respuesta. ¡Y qué respuesta! El 25 de septiembre, contrariado por el comunicado del CEI Mateu dio de nuevo señales de vida. Pero en esta carta, visiblemente molesto, no facilitó datos de contacto. Se limitó a decir que era contable de una empresa metalúrgica y que, por el hecho de no haber dado con él no podían negar ni su existencia ni su experiencia. Con ironía contaba que él mismo había preguntado en las señas del CEI y nadie le había sabido decir nada del “famoso Centro de Estudios Interplanetarios” y que tampoco constaba en la Guía Telefónica. Y, sin embargo, no negaba su existencia. Pero cabía preguntarse: ¿Era el verdadero testigo o, a la luz de la escandalera, algún oportunista terció en el asunto para confundir más? No hay nada claro.

Más interrogantes
Lo único cierto es que gracias a esta rocambolesca historia mucha gente se interesó por el asunto de Tivissa, incluidos los suicidas de Terrassa, de los que dábamos cuenta en nuestra pasada edición. Uno de los investigadores que se involucró notablemente en el asunto fue el investigador valenciano Vicente Juan Ballester Olmos. Hoy reniega del asunto. En su Enciclopedia de los encuentros cercanos con OVNIs (Plaza & Janés, 1987) se limita a tildarlo de fraude pero quienes vivieron cerca de él en aquellos años conocieron su interés desmedido por el asunto. Hoy en día es el único que posee copia completa de los informes pues el expediente original desapareció del archivo del CEI en 1972. “Es el único que ha sido robado de esta institución” –me confiesa Vicente Pérez que ocupó cargo directivo de este centro hace algunos años y quien añadió que sólo 15 personas poseían llave del local. La cerradura nunca fue forzada. ¿Quién podía estar, entonces, interesado en este informe? Y lo que es más importante: ¿Qué quería ocultar?
Según consta en el archivo restituido del CEI (del que poseo copia) las expediciones a Tivissa se sucedieron por doquier sin hallar más detalles de Mateu o del suceso. Bueno, a medias, porque Mateu siguió mandando cartas –al menos dos- en una de ellas, además, adjuntó una postal sellada en Checoslovaquia, en la ciudad de Prerov en la que un misterioso V. Azvhik  le comunica en inglés que le va a enviar las “películas de los Ovnis lo antes posible: las muestro a nuestro gobierno”. ¿A qué OVNI se refería? ¿Al de Tivissa? ¿Llegó verdaderamente el gobierno Checo a interesarse por el asunto? La postal parece auténtica pero no demuestra nada. Como las anteriores, la carta de Mateu había sido franqueada en Barcelona y no en Tivissa como sería normal y, además, ¿Quién era Azvhik? ¿Tal vez el campista austríaco?
Por si las cosas no estaban todavía suficientemente complicadas, un periodista, Alex Botines, no sólo aseguró haber entrevistado personalmente a Mateu en un bar de la localidad sino que aseguró haber pisado, incluso, el lugar del aterrizaje dejando a los investigadores del CEI a la altura del betún. Sin embargo jamás fueron publicadas las fotografías que dijo haber tomado y cuando años más tarde los investigadores del CEI fueron a su encuentro no supo decir si el testigo se llamaba Mateu o no. De lo que no había duda es que desde el lugar del presunto aterrizaje lo más acuático que se veía era el Ebro y se trataba de un paraje muy árido sin hierba que pudiera “quemarse”.

Llegan los parapsicólogos
Poco después entraría en escena el parapsicólogo catalán Julio Roca Muntañola quien consideraba verídico el suceso en un 85%. Roca decía que en la conca “sucedió algo extraño por dos veces, especialmente en ‘La cabeza del índio’” pero se mostraba muy cauto en explicar qué evidencias había rescatado durante sus pesquisas. Siempre se mostró muy oscurantista, desconfiado, “obedeciendo órdenes” de silencio pero sin especificar de quién ni por qué. Sí aportó numerosos nuevos casos ocurridos en la zona y que se relacionaban con el “magnetismo” que presuntamente paró el reloj de Mateu y de los turistas austriacos. Es el caso, por ejemplo, de un piloto de avioneta que tuvo que aterrizar de emergencia en los terrenos de un ingeniero agrónomo de la localidad de Ginestá, en la zona de Tivissa. La razón aducida es que “un campo de fuerzas desconocido le quitó la electricidad” a la avioneta Piper en la que volaba. Y es que el célebre parapsicólogo estaba convencido de que Tivissa era una zona especial que, por alguna razón atraía a los visitantes del cosmos. Anduvo por aquellos áridos lares durante años en busca de una cueva que creía el paso a otras dimensiones.
Y muchos siguieron su estela viviendo espectaculares experiencias. Algunos investigadores, incluso, tuvieron allí su “bautismo” ufológico, como los biólogos Miguel Seguí o el aludido Vicente Pérez. Éste último se despertó repentinamente una noche de la Semana Santa de 1984 cuando creyó notar una presencia extraña mientras pernoctaba  muy cerca del desvío que conduce a Pratdip. Algunos vecinos manifestaban que en esa zona habían visto a unas extrañas “monjas” acompañados por unos niños “cabezudos”.
Seguí, que frecuentó la zona a finales de los setenta, tuvo también varias experiencias cerca de la ermita de San Blas. Luces que efectuaban maniobras “imposibles”, moviéndose en ángulos rectos.

A modo de conclusión
Hay muchas contradicciones en el caso Tivissa, muchas preguntas por resolver, pero no cabe duda que la experiencia narrada por el evanescente Sebastián Mateu sirvió de espoleta para disparar un fenómeno sociológico. Fueron cientos los que visitaron la zona en busca de la “base extraterrestre” o la mágica cueva donde Muntañola creía haber encontrado el paso a otros Universos. La escasa vegetación, la aridez de aquellas tierras azotadas por los incendios, el silencio sepulcral que se percibe y la abundante mitología local hacen de la zona un escenario fantasmagórico.
La leyenda de Tivissa se ha extendido en el tiempo aunque están lejanas aquellas peregrinaciones domingueras en busca de nuevos casos, de nuevos testigos, de nuevas sensaciones. Uno de los últimos incidentes tuvo lugar en 1996. Arturo Altés y su hijo Jordi se vieron sorprendidos el 3 de febrero de 1996 por un espectacular fenómeno luminoso mientras recogían las basuras del pueblo.
De Sebastián Mateu nunca más se supo. En el CEI se convencieron que el personaje nunca existió. Es más en su informe aseguran que el fraude –si finalmente lo fue- se perpetró por alguien de Barcelona y desde Barcelona, lo que explicaría por qué las cartas fueron siempre franqueadas en la Ciudad condal. Nunca hubo en las proximidades de Tivissa industria metalúrgica alguna, tampoco es visible el mar desde la Sierra de Almós y en cuanto a los turistas alemanes… bueno, no hay ninguna ciudad germana llamada “Wien” lo más parecido es Viena, la capital de Austria.
Tal vez, sólo tal vez, alguno de los investigadores que tomaron parte en el asunto tenía interés en activar la zona por algún motivo e inventó el suceso con ánimo de rescatar nuevos casos o puede que con la intención de atraer el interés del público por esta zona catalana. Pero es sólo una hipótesis, la Verdad espera ser desvelada algún día.





miércoles, 29 de agosto de 2012

CASO TERRASSA, LOS CONTACTADOS SUICIDAS


Hace 40 años, dos vecinos de Terrassa, en Barcelona, se quitaron la vida arrojándose. En posesión de cada uno de ellos se halló una nota manuscrita en la que se podía leer; “los extraterrestres nos llaman”. 

Por: Josep Guijarro

Documentos del caso

El suceso había permanecido en el olvido durante casi veinte años cuando dos osados investigadores de lo oculto, Manuel Carballal y quien esto escribe, decidimos husmear en uno de los episodios más trágicos y macabros vividos en la historia moderna de los OVNIs. Y lo confieso, me sobrecogí. No sólo porque vivía entonces muy cerca del lugar de los hechos, o por las reacciones incomprensibles de algunos colegas que nos animaron a abandonar la empresa antes de empezarla, sino por la tremenda presión que supuso hurgar en el dolor de aquellas familias que, a pesar del tiempo transcurrido, no habían logrado digerir el suceso ni explicar qué había llevado a sus seres queridos a tan fatal desenlace… pero, recapitulemos.

Los hechos
Todo empezó con las primeras luces del lejano 20 de junio de 1972. Un convoy de RENFE que se desplazaba por la vía férrea Barcelona-Zaragoza descubría junto a los raíles, el cuerpo sin vida de un hombre. Cuando poco antes de las siete de la mañana los agentes judiciales llegaron al kilómetro 335,950, a escasos metros del apeadero de Torrebonica, en la provincia de Barcelona, comprobaron que no era una, sino dos, las personas fallecidas. "(…) En la cuneta de la vía, hacia la parte sur y a unos tres metros del cadáver descrito, -leemos en las diligencias judiciales-  existe otro cadáver en posición de cubito supino, también con la cabeza destrozada. Viste con ropas parecidas al anterior."
Los cuerpos, a pesar del tremendo impacto que debieron soportar, conservaban una extraña posición ritual y “en posesión de cada uno de los cadáveres ha sido hallada una nota escrita en papel cuadriculado y bolígrafo que dice: ‘Los extraterrestres nos llaman’ (…) También se les ocupó una tarjeta que dice RASDI & AMIEX, Rastreadores del Infinito, Amigos de Inteligencias Extraterrestres (…) y un dibujo hecho a lápiz" en una de las carteras.

Persecución a los ufólogos
Paradójicamente, la inmolación había tenido lugar horas después de que la televisión española emitiera la película "Hombres de otros mundos". La prensa interpretó el suicidio como una escena más del film y cargó con saña contra quienes se dejaban seducir por estas materias; “La psicosis espacial puede inducir al suicidio” titulaba La Vanguardia de la pluma del prestigioso periodista Enrique Rubio o “Dos amigos influenciados por esta extraña creencia ponen fin a sus vidas” rezaba el Diario de Barcelona. No tan afinada como en la actualidad, la maquinaria mediática de la ya decadente dictadura franquista pretendía cargar el San Benito de este sonado suicidio al emergente interés por los OVNIS. Y es que, animado por un torrente de informaciones en los periódicos, proliferaron en la España de los setenta numerosas “asociaciones de amigos del espacio” que, al parecer, inquietaban más de lo debido al régimen.
Entre las más conocidas se hallaba  Eridani,  (Agrupación de Estudios Cosmológicos) que impulsó el célebre parapsicólogo José Luis Jordán Peña y a la que estuvo vinculado uno de los suicidas, según comprobamos en documento privado al que tuvimos acceso.
Para colmo, días después de haberse inmolado, tres personas recibían una carta póstuma de los suicidas. Una fue enviada al ufólogo Marius Lleget, a la sazón el rostro visible de la ufología. La otra fue a parar a una asociación de amigos del espacio de Zaragoza y la tercera a la ONU.
En ellas aseguraban que desde hacía algún tiempo tenían contactos directos con seres de otros planetas que habían mutado su personalidad y que había llegado el momento de partir hacia el “centro galáctico” (sic).

Dos personas muy distintas
Pero, ¿Quiénes eran los suicidas? ¿Acreditaron alguna vez experiencia de contacto? Y en tal caso, ¿les aconsejaron sus “guías” desprenderse del cuerpo físico?
Los fallecidos eran José Félix Rodríguez Montero, natural de Aguadulce (Sevilla), casado y de 47 años de edad. Su compañero de “viaje” era el joven Juan Turu Vallés, de tan sólo 21 años. Se conocieron unas semanas antes, a través de un anuncio publicado en una revista.
Del primero se dice que era un hombre agradable. José Rodríguez devoraba con avidez cuantos libros sobre astronomía, platillos volantes y seres de otros mundos caían en sus manos. Tras abandonar el seminario católico ingresó en las filas protestantes, pero su fe se había ido enfriando hasta convertirse en un hombre distinto. Llegó a asistir en algunos trances al vidente del Palmar de Troya, Clemente Domínguez. Mantuvo contactos personales y epistolares con el Padre Enrique López Guerrero, autor del voluminoso libro Mirando a la lejanía del Universo, donde se pronunciaba a favor de que los extraterrestres estaban ya entre nosotros. Y, por si fuera poco, tenía una tremenda personalidad magnética con dotes psíquicas que sorprendían al más escéptico. Así lo confirmó su primo, Emilio Sánchez Montero, cuyo parecido físico con la víctima es escalofriante. “Practicó yoga, meditación y llegó a desarrollar facultades parapsicológicas. Recuerdo que un día, poco antes de su muerte, me presentó a Juan Turu, quien me contó que mi primo no podía ser una persona normal. Le había visto levitar y otras cosas increíbles”. Por estas y otras razones le apodaban “el venusino”.
El joven Juan Turu, por su parte, tenía espíritu curioso y emprendedor. Fundó en Terrassa un grupo de investigación OVNI y formó parte del histórico CEI (Centro de Estudios Interplanetarios).  Su formación era más racional aunque albergaba en su interior la esperanza de establecer “contacto”.
Y “algo” debieron tener porque entre el material entregado a la policía por los familiares del joven se hallaban algunas notas en las que podemos leer: “llegados a Júpiter nos reciben varios seres. Nos dan la bienvenida y paseando por una ciudad veo un autotren que va lo mismo por el aire que por la tierra.” la nota fue escrita seis días antes de morir. ¿Se trataba de una experiencia astral?
La mayoría de las cintas con las sesiones de contacto se guardan hoy día en Holanda y podrían en breve arrojar luz sobre la filosofía de los suicidas. Allí vive una parte de la familia, “en ellas –me cuenta Emilio- hay cosas sorprendentes”. No lo dudo. Y lo digo con razón de causa.
Durante la investigación, un buen amigo de Sabadell que custodiaba el archivo de ADIASA (una coordinadora de estudios OVNI) puso en mis manos una caja de viejas carpetas repletas de papeles. Llevaban años sin abrirse. La humedad había oxidado los clips y el papel amarilleaba. Entre aquel nido de ácaros, sin embargo, hallé dos cosas importantes, un informe confidencial que más tarde me serviría para arrancar una confesión y varias fotografías de OVNIs en blanco y negro que, al parecer, habían sido obtenidas por los suicidas en los alrededores de Sabadell. Pero una cosa es fotografiar “platillos volantes” y otra muy distinta arrancarte la vida en los raíles del tren.

Cosas que no encajan
Yo todavía no me lo explico –me confiesa Jordi M., compañero de trabajo de Turu- el viernes anterior se había comprometido a construirme un telescopio y, además pidió permiso a la empresa para ausentarse el lunes…”  ¿Cómo era posible, entonces, que tres días más tarde apareciera muerto? ¿Por qué pide permiso si no pensaba volver? Su madre que, en todo momento se negó a resolver nuestras dudas lo tenía claro: “A mi hijo lo mataron”. ¿Se negaba a admitir la causa de una perdida tan trágica? Tal vez. Pero la investigación policial dejó muchos cabos sueltos. A saber.
Manuel Rodellar, el funcionario que levantó acta del hallazgo de los cuerpos nos proporcionó un dato revelador. La famosa nota manuscrita se hallaba en el pecho, sin alfiler alguno que la sujetara a la ropa, sólo el peso de la mano que descansaba sobre él. Pudimos comprobarlo más tarde cuando, con la autorización del juez, pudimos examinar el sumario 42/72 que recoge las diligencias del caso. Allí con los números 6 y 7 se hallaban las dos notas manuscritas en papel cuadriculado. No habían sido dobladas y ninguna de ellas tenía manchas de sangre. ¿Cómo era posible? ¿A alguien se le ocurre que después de ser arrollados por el tren una nota de papel permanezca en su sitio sin haberse manchado ni arrugado? Eso indica que, al menos, tuvo que haber una tercera persona en el lugar de los hechos.
Mención a parte merece el informe de autopsia realizado por el patólogo Manuel Baselga. En él se admite que en la mano derecha de José F. Rodríguez había un trozo de algodón blanco limpio en el que “no se aprecia olor de sustancia alguna”. Pero, ¿es que no podían analizarlo? ¿Y si estuvo impregnado de algún producto adormilante inodoro? La duda ya nunca podrá resolverse.
En la autopsia, además, había otro detalle importante. Mientras Turu hacia menos de dos horas que había tomado alimentos, José Félix había guardado ayuno ¿Se había preparado tal vez para su “viaje” a Júpiter?
No hace falta ser el agente Bishop, de la popular serie televisiva CSI, para darse cuenta que hay muchas cosas que no cuadran. El agente de la policía judicial que investigó el caso, Ángel  Hernández, terminó por reconocer que había presiones “desde arriba” para zanjarlo cuanto antes. Al fin y al cabo la moraleja era “cuidado con lo que lees o puedes terminar como estos chalados”.
Pero, Hernández nunca cerró el caso en lo personal y siguió reuniendo notas que le condujeron a una conclusión diametralmente opuesta a la que firmó en las diligencias del año 72. Es decir, que pudo haber otras personas implicadas.

Un grupo Kósmico
Algo que debió estar meridianamente claro para el corresponsal de Adiasa, Enrique Campos. En una carta dirigida a uno de los receptores de las cartas póstumas, Amadeo Romanos, de Zaragoza, le pide ayuda para conocer la identidad de alguno de “los 24 ‘alumnos’ que recibieron el legado de la doctrina cósmica” de José Félix Rodríguez.
Se imponía un viaje a Zaragoza pero el responsable de la SEPIC (Sociedad Española Para la Investigación del Cosmos) no estaba por la labor de ayudar. Negaba cualquier vínculo o comunicación con los suicidas al margen de la recepción de la carta póstuma.
Hasta que eché mano del amarillento dossier al que antes aludí. Al ver el carné de socio de la SEPIC de uno de los suicidas se vino abajo y admitió que no sólo mantenían contacto epistolar sino que se habían visto algunas veces. Pero lo sorprendente es que algunos miembros de su grupo también habían intentado el suicido ¿casualidad? ¿En qué andaban metidos para que a todos les diera por prescindir de su cuerpo?
La inquietante carta dirigida al ufólogo Marius Lleget puede aportarnos algún dato: “hace ya algún tiempo tenemos contactos directos con estos seres (…) nos han ido mutando lentamente (…) pero ahora entienden, como nosotros, que somos unos extraños en este planeta. De ahí que nos llaman y nosotros, identificados hace tiempo como amigos suyos, partamos con la alegría más inmensa que jamás sonáramos. Nos dirigimos al centro galáctico”. Firmaba la misiva WKTS, las mismas siglas que aparecían en el papel manuscrito de los cadáveres. ¿Tal vez un nombre cósmico? Es otra de las cuestiones todavía por resolver.

Las repercusiones
La muerte de los suicidas, en cualquier caso, tuvo un efecto demoledor sobre la psicología de Lleget quien, creyéndose responsable en parte (quince días antes habían estado en una de sus conferencias en Sabadell) tuvo dos tentativas de suicidio y estuvo un año en una institución psiquiátrica. Eso al menos reza en un escrito de Antonio Ribera –íntimo amigo del ufólogo- dirigido al prestigioso investigador galo Aimé Michel. Lleget, a partir de entonces, cambia su postura respecto a la visita de seres extraterrestres y se convierte en un profundo negador. Buena parte de los ufólogos –los que creían en el contacto- entienden que los suicidas han sido eliminados por los míticos hombres de negro y evitan investigar a fondo el caso. Finalmente estaban los que mantuvieron estrecho contacto con ellos y que, por miedo a verse implicados en pleitos, se escondieron en la retaguardia. ¿Qué nos queda?
Un caso criminalísticamente no resuelto, un “contacto” no probado y una utilización mediática del suceso para asestar un golpe de gracia a la moral de quienes se interesaran por estos temas.
Nada sabemos del resto de miembros de Rasdi & Amiex que continuaron con la labor de “mutación” iniciada por los ufólogos suicidas ni si ésta consiguió nuevos acólitos. Tampoco mucho acerca de las creencias que llevaron a Rodríguez y a Turu a pensar en las vías del tren como forma de “trascender”. Pero no cabe duda de que lo premeditó, al menos José Felix quien le dejaba escrita a su esposa estas frases que ven por primera vez la luz:
Hace dos años que intervinieron en un contacto directo conmigo. Tú sabes más o menos algo de ello, pues bien, ha llegado el momento que me exigen marchar a su estado y dimensión por razones cósmicas que ni puedo explicarte ni entenderías. Hoy es el día maravilloso y tan anhelado por mi, la hora la ignoro totalmente. Creo que está demás declararte que paso a una vida mucho más maravillosa que la terrícola (…) Es mi voluntad que ya no eches ni una lágrima por mi cuerpo. Cuando mi cuerpo esté partido yo ya no estaré en él. Mi deseo es que pongas en honor a esa ida eterna donde ingreso el mino a la Alegría, que ello te demuestre que mi alegría es eterna”.