Hace 40 años, dos vecinos de Terrassa, en
Barcelona, se quitaron la vida arrojándose. En posesión de cada
uno de ellos se halló una nota manuscrita en la que se podía leer; “los
extraterrestres nos llaman”.
Por:
Josep Guijarro
El
suceso había permanecido en el olvido durante casi veinte años cuando dos
osados investigadores de lo oculto, Manuel Carballal y quien esto escribe,
decidimos husmear en uno de los episodios más trágicos y macabros vividos en la
historia moderna de los OVNIs. Y lo confieso, me sobrecogí. No sólo porque vivía
entonces muy cerca del lugar de los hechos, o por las reacciones
incomprensibles de algunos colegas que nos animaron a abandonar la empresa
antes de empezarla, sino por la tremenda presión que supuso hurgar en el dolor
de aquellas familias que, a pesar del tiempo transcurrido, no habían logrado
digerir el suceso ni explicar qué había llevado a sus seres queridos a tan
fatal desenlace… pero, recapitulemos.
Los hechos
Todo
empezó con las primeras luces del lejano 20 de junio de 1972. Un convoy de
RENFE que se desplazaba por la vía férrea Barcelona-Zaragoza descubría junto a
los raíles, el cuerpo sin vida de un hombre. Cuando poco antes de las siete de
la mañana los agentes judiciales llegaron al kilómetro 335,950, a escasos
metros del apeadero de Torrebonica, en la provincia de Barcelona, comprobaron
que no era una, sino dos, las personas fallecidas. "(…) En la cuneta de la vía,
hacia la parte sur y a unos tres metros del cadáver descrito, -leemos en
las diligencias judiciales- existe otro cadáver en posición de cubito
supino, también con la cabeza destrozada. Viste con ropas parecidas al anterior."
Los
cuerpos, a pesar del tremendo impacto que debieron soportar, conservaban una
extraña posición ritual y “en posesión de cada uno de los cadáveres ha
sido hallada una nota escrita en papel cuadriculado y bolígrafo que dice: ‘Los
extraterrestres nos llaman’ (…) También se les ocupó una tarjeta que dice RASDI
& AMIEX, Rastreadores del Infinito, Amigos de Inteligencias Extraterrestres
(…) y un dibujo hecho a lápiz" en una de las carteras.
Persecución a los ufólogos
Paradójicamente,
la inmolación había tenido lugar horas después de que la televisión española
emitiera la película "Hombres de
otros mundos". La prensa interpretó el suicidio como una escena más
del film y cargó con saña contra quienes se dejaban seducir por estas materias;
“La psicosis espacial puede inducir al suicidio” titulaba La Vanguardia de la pluma del prestigioso periodista Enrique Rubio
o “Dos amigos influenciados por esta extraña creencia ponen fin a sus vidas”
rezaba el Diario de Barcelona. No tan
afinada como en la actualidad, la maquinaria mediática de la ya decadente
dictadura franquista pretendía cargar el San Benito de este sonado suicidio al emergente
interés por los OVNIS. Y es que, animado por un torrente de informaciones en
los periódicos, proliferaron en la España de los setenta numerosas
“asociaciones de amigos del espacio” que, al parecer, inquietaban más de lo
debido al régimen.
Entre
las más conocidas se hallaba Eridani, (Agrupación de Estudios Cosmológicos) que
impulsó el célebre parapsicólogo José Luis Jordán Peña y a la que estuvo
vinculado uno de los suicidas, según comprobamos en documento privado al que
tuvimos acceso.
Para colmo, días después de haberse inmolado, tres
personas recibían una carta póstuma de los suicidas. Una fue enviada al ufólogo
Marius Lleget, a la sazón el rostro visible de la ufología. La otra fue a parar
a una asociación de amigos del espacio de Zaragoza y la tercera a la ONU.
En
ellas aseguraban que desde hacía algún tiempo tenían contactos directos con
seres de otros planetas que habían mutado su personalidad y que había llegado
el momento de partir hacia el “centro galáctico” (sic).
Dos personas muy distintas
Pero,
¿Quiénes eran los suicidas? ¿Acreditaron alguna vez experiencia de contacto? Y
en tal caso, ¿les aconsejaron sus “guías” desprenderse del cuerpo físico?
Los
fallecidos eran José Félix Rodríguez Montero, natural de Aguadulce (Sevilla),
casado y de 47 años de edad. Su compañero de “viaje” era el joven Juan Turu
Vallés, de tan sólo 21 años. Se conocieron unas semanas antes, a través de un
anuncio publicado en una revista.
Del
primero se dice que era un hombre agradable. José Rodríguez devoraba con avidez
cuantos libros sobre astronomía, platillos volantes y seres de otros mundos
caían en sus manos. Tras abandonar el seminario católico ingresó en las filas
protestantes, pero su fe se había ido enfriando hasta convertirse en un hombre
distinto. Llegó a asistir en algunos trances al vidente del Palmar de Troya,
Clemente Domínguez. Mantuvo contactos personales y epistolares con el Padre
Enrique López Guerrero, autor del voluminoso libro Mirando a la lejanía del Universo, donde se pronunciaba a favor de
que los extraterrestres estaban ya entre nosotros. Y, por si fuera poco, tenía
una tremenda personalidad magnética con dotes psíquicas que sorprendían al más
escéptico. Así lo confirmó su primo, Emilio Sánchez Montero, cuyo parecido
físico con la víctima es escalofriante. “Practicó
yoga, meditación y llegó a desarrollar facultades parapsicológicas. Recuerdo
que un día, poco antes de su muerte, me presentó a Juan Turu, quien me contó
que mi primo no podía ser una persona normal. Le había visto levitar y otras
cosas increíbles”. Por estas y otras razones le apodaban “el venusino”.
El
joven Juan Turu, por su parte, tenía espíritu curioso y emprendedor. Fundó en
Terrassa un grupo de investigación OVNI y formó parte del histórico CEI (Centro
de Estudios Interplanetarios). Su
formación era más racional aunque albergaba en su interior la esperanza de
establecer “contacto”.
Y
“algo” debieron tener porque entre el material entregado a la policía por los
familiares del joven se hallaban algunas notas en las que podemos leer: “llegados a Júpiter nos reciben varios seres.
Nos dan la bienvenida y paseando por una ciudad veo un autotren que va lo mismo
por el aire que por la tierra.” la nota fue escrita seis días antes de
morir. ¿Se trataba de una experiencia astral?
La
mayoría de las cintas con las sesiones de contacto se guardan hoy día en
Holanda y podrían en breve arrojar luz sobre la filosofía de los suicidas. Allí
vive una parte de la familia, “en ellas –me
cuenta Emilio- hay cosas sorprendentes”.
No lo dudo. Y lo digo con razón de causa.
Durante
la investigación, un buen amigo de Sabadell que custodiaba el archivo de ADIASA
(una coordinadora de estudios OVNI) puso en mis manos una caja de viejas
carpetas repletas de papeles. Llevaban años sin abrirse. La humedad había
oxidado los clips y el papel amarilleaba. Entre aquel nido de ácaros, sin
embargo, hallé dos cosas importantes, un informe confidencial que más tarde me
serviría para arrancar una confesión y varias fotografías de OVNIs en blanco y
negro que, al parecer, habían sido obtenidas por los suicidas en los
alrededores de Sabadell. Pero una cosa es fotografiar “platillos volantes” y
otra muy distinta arrancarte la vida en los raíles del tren.
Cosas que no encajan
“Yo todavía no me lo explico –me confiesa
Jordi M., compañero de trabajo de Turu- el
viernes anterior se había comprometido a construirme un telescopio y, además
pidió permiso a la empresa para ausentarse el lunes…” ¿Cómo era posible, entonces, que tres días más
tarde apareciera muerto? ¿Por qué pide permiso si no pensaba volver? Su madre
que, en todo momento se negó a resolver nuestras dudas lo tenía claro: “A mi hijo lo mataron”. ¿Se negaba a
admitir la causa de una perdida tan trágica? Tal vez. Pero la investigación
policial dejó muchos cabos sueltos. A saber.
Manuel
Rodellar, el funcionario que levantó acta del hallazgo de los cuerpos nos
proporcionó un dato revelador. La famosa nota manuscrita se hallaba en el
pecho, sin alfiler alguno que la sujetara a la ropa, sólo el peso de la mano
que descansaba sobre él. Pudimos comprobarlo más tarde cuando, con la
autorización del juez, pudimos examinar el sumario 42/72 que recoge las
diligencias del caso. Allí con los números 6 y 7 se hallaban las dos notas manuscritas
en papel cuadriculado. No habían sido dobladas y ninguna de ellas tenía manchas
de sangre. ¿Cómo era posible? ¿A alguien se le ocurre que después de ser
arrollados por el tren una nota de papel permanezca en su sitio sin haberse
manchado ni arrugado? Eso indica que, al menos, tuvo que haber una tercera
persona en el lugar de los hechos.
Mención
a parte merece el informe de autopsia realizado por el patólogo Manuel Baselga.
En él se admite que en la mano derecha de José F. Rodríguez había un trozo de
algodón blanco limpio en el que “no se
aprecia olor de sustancia alguna”. Pero, ¿es que no podían analizarlo? ¿Y
si estuvo impregnado de algún producto adormilante inodoro? La duda ya nunca
podrá resolverse.
En
la autopsia, además, había otro detalle importante. Mientras Turu hacia menos
de dos horas que había tomado alimentos, José Félix había guardado ayuno ¿Se
había preparado tal vez para su “viaje” a Júpiter?
No
hace falta ser el agente Bishop, de la popular serie televisiva CSI, para darse
cuenta que hay muchas cosas que no cuadran. El agente de la policía judicial
que investigó el caso, Ángel Hernández,
terminó por reconocer que había presiones “desde arriba” para zanjarlo cuanto
antes. Al fin y al cabo la moraleja era “cuidado con lo que lees o puedes
terminar como estos chalados”.
Pero,
Hernández nunca cerró el caso en lo personal y siguió reuniendo notas que le
condujeron a una conclusión diametralmente opuesta a la que firmó en las
diligencias del año 72. Es decir, que pudo haber otras personas implicadas.
Un grupo Kósmico
Algo
que debió estar meridianamente claro para el corresponsal de Adiasa, Enrique
Campos. En una carta dirigida a uno de los receptores de las cartas póstumas,
Amadeo Romanos, de Zaragoza, le pide ayuda para conocer la identidad de alguno
de “los 24 ‘alumnos’ que recibieron el
legado de la doctrina cósmica” de José Félix Rodríguez.
Se
imponía un viaje a Zaragoza pero el responsable de la SEPIC (Sociedad Española
Para la Investigación del Cosmos) no estaba por la labor de ayudar. Negaba
cualquier vínculo o comunicación con los suicidas al margen de la recepción de
la carta póstuma.
Hasta
que eché mano del amarillento dossier al que antes aludí. Al ver el carné de
socio de la SEPIC de uno de los suicidas se vino abajo y admitió que no sólo
mantenían contacto epistolar sino que se habían visto algunas veces. Pero lo
sorprendente es que algunos miembros de su grupo también habían intentado el
suicido ¿casualidad? ¿En qué andaban metidos para que a todos les diera por
prescindir de su cuerpo?
La
inquietante carta dirigida al ufólogo Marius Lleget puede aportarnos algún dato:
“hace ya algún tiempo tenemos contactos
directos con estos seres (…) nos han ido mutando lentamente (…) pero ahora
entienden, como nosotros, que somos unos extraños en este planeta. De ahí que
nos llaman y nosotros, identificados hace tiempo como amigos suyos, partamos
con la alegría más inmensa que jamás sonáramos. Nos dirigimos al centro
galáctico”. Firmaba la misiva WKTS, las mismas siglas que aparecían en el
papel manuscrito de los cadáveres. ¿Tal vez un nombre cósmico? Es otra de las
cuestiones todavía por resolver.
Las repercusiones
La
muerte de los suicidas, en cualquier caso, tuvo un efecto demoledor sobre la
psicología de Lleget quien, creyéndose responsable en parte (quince días antes
habían estado en una de sus conferencias en Sabadell) tuvo dos tentativas de
suicidio y estuvo un año en una institución psiquiátrica. Eso al menos reza en
un escrito de Antonio Ribera –íntimo amigo del ufólogo- dirigido al prestigioso
investigador galo Aimé Michel. Lleget, a partir de entonces, cambia su postura
respecto a la visita de seres extraterrestres y se convierte en un profundo
negador. Buena parte de los ufólogos –los que creían en el contacto- entienden
que los suicidas han sido eliminados por los míticos hombres de negro y evitan
investigar a fondo el caso. Finalmente estaban los que mantuvieron estrecho
contacto con ellos y que, por miedo a verse implicados en pleitos, se
escondieron en la retaguardia. ¿Qué nos queda?
Un
caso criminalísticamente no resuelto, un “contacto” no probado y una
utilización mediática del suceso para asestar un golpe de gracia a la moral de
quienes se interesaran por estos temas.
Nada
sabemos del resto de miembros de Rasdi & Amiex que continuaron con la labor
de “mutación” iniciada por los ufólogos suicidas ni si ésta consiguió nuevos
acólitos. Tampoco mucho acerca de las creencias que llevaron a Rodríguez y a
Turu a pensar en las vías del tren como forma de “trascender”. Pero no cabe
duda de que lo premeditó, al menos José Felix quien le dejaba escrita a su
esposa estas frases que ven por primera vez la luz:
“Hace dos años que intervinieron en un
contacto directo conmigo. Tú sabes más o menos algo de ello, pues bien, ha
llegado el momento que me exigen marchar a su estado y dimensión por razones
cósmicas que ni puedo explicarte ni entenderías. Hoy es el día maravilloso y
tan anhelado por mi, la hora la ignoro totalmente. Creo que está demás
declararte que paso a una vida mucho más maravillosa que la terrícola (…) Es mi
voluntad que ya no eches ni una lágrima por mi cuerpo. Cuando mi cuerpo esté
partido yo ya no estaré en él. Mi deseo es que pongas en honor a esa ida eterna
donde ingreso el mino a la Alegría, que ello te demuestre que mi alegría es
eterna”.
Sr.Guijarro saludos desde Arlington Tx. Excelente su nota e investigación.!!!
ResponderEliminarCompletamente cierto en referencia a que no encaja nada en absoluto. En primer lugar me cuesta creer en la versión que se dice que pudo influir Jose félix a Juan Turú Vallés, un chico con tan solo 21 años, por otra parte: el poco tiempo de amistad, se habían conocido hacía unos meses me resulta difícil comprender que una persona pueda convencer de algo así en tan poco tiempo y siendo tan joven. Y por último: Las notas, y su posición es fácil saber que la misma presión de la inercia del aire que genera el paso de un tren esas notas no deberían de haberse quedado en el lugar inicial, (en sus manos), es evidente que hubo una tercera persona y esa persona es la clave dado que podría ser una persona conocida por los dos, e incluso que hubiese estado en la casa de ambos. Alguien conocido que sabía todo sobre ellos.
ResponderEliminarsi escuchas varias diferentes de Josep verás como eran un grupo de unas 8 personas (que se debieron rilar en el último momento), que el mayor estaba enamorado de Turu (lo dice Josep en "Las sombra del Espejo"), que José estaba en tratamiento psicológico y al final pues eso, que les gustaba el tema paranormal y les debió de servir (principalmente al mayor que si estaba convencido) para matarse con ese motivo. Ni extraterrestres, ni OVNIS, ni nada más. Tanto Manuel Carballal como Josep han sabido sacarle rédito a esta desgraciada historia que es como la de tantas personas con dolencias psiquiátricas que se despiden con delirios
EliminarPor Dios! si hasta Manuel Carballal ha dicho que estaban mal de la cabeza, que por eso no hacía ni falta un perito calígrafo para buscar pistas en la nota... Dejad ya el tema de estos dos pobres desgraciados...
EliminarCreo que su respuesta deja mucho que desear, en primer lugar me parece que no debería de lanzar acusaciones gratuitas tan graves como ha mencionado en su respuesta dando a entender que el autor del artículo busca beneficio de la muerte de dos personas. Permíteme decirte, !que estas mintiendo¡ y de manera dañina e intencionada.
EliminarTambién deberías repasar y analizar tus respuestas dado que no concretas nada en absoluto ya que nadie ha dicho que no fuera un delirio, lo que se analiza en este caso y para tu información.... se hace de (manera desinteresada) es el informe oficial y las discrepancias del mismo.
Todos los que investigamos sobre este caso no buscamos beneficio, buscamos la verdad, que es algo muy diferente a lo que insinuas.
Por último, te voy a decir que has pecado del mal de la inmediatez que eso sucede cuando alguien tiene más ganas de publicar para llamar la atención que ser objetivo. Un cordial saludo.