En pleno centro de Chihuahua, en el norte de México, se halla La Popular, una tienda de trajes nupciales que encierra en sus escaparates una truculenta historia. Uno de sus maniquíes -que pronto cumplirá 75 años- dicen que es, en realidad, el cuerpo embalsamado de Chonita, la hija de la fundadora del local. Mientras unos ríen incrédulos otros –aseguran- que la ven moverse de vez en cuando mientras en la tienda tienen lugar fenómenos inexplicables.
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Eran poco más de las nueve de la noche. Caminaba con paso firme a La casa de los milagros que no es, como pueda suponerse, un lugar donde ocurren prodigios sino un restaurante típico de la ciudad de Chihuahua, al norte de México, donde me esperaban unas deliciosas quesadillas con flor de calabaza y cuitlacoche. Me acompañaba Carlos, un joven amigo del GIFAE (Grupo de Investigadores de Fenómenos Aeroespaciales), con el que conversaba sobre lo divino y lo humano. Cruzamos la calle Ocampo cuando, de repente, algo llamó mi atención. Justo en frente de mí, en el número 801, haciendo esquina con la calle Victoria, en pleno centro histórico de la ciudad, un maniquí de La Popular, la más antigua casa de vestidos de novia, me retaba con su mirada inerte. Me acerqué presa de la curiosidad. Su pelo, sus manos y, sobretodo, aquellos ojos vidriosos tenían algo que me hacía estremecer.
-¿No conoce la leyenda de Pascualita? Me preguntó al fin mi acompañante.
Me encogí de hombros.
Fue partir de entonces cuando supe que aquel maniquí guardaba un terrible secreto, una fascinante historia a medio camino entre la realidad y la leyenda.
Demasiados cuidados
Todo comenzó en 1930. Ese año llegó al histórico establecimiento un maniquí que sobrecogía por su imagen viviente. La gente pronto empezó a murmurar que se trataba del cuerpo embalsamado de la hija de Pascualita Esparza, la dueña del local, que había fallecido días antes de su boda. El rumor nunca fue desmentido, ni siquiera cuando los periódicos de la ciudad se hicieron eco de la noticia y en avalancha visitaron el comercio gentes de todo el país. Pascualita se limitó a recortar las notas de prensa y exhibirlas junto a “Chonita”. Así fue como bautizó al misterioso maniquí que recibía aseo personal cada sábado como si fuera un miembro más de la familia. Champú para el cabello, jabón para la piel y maquillaje para el rostro. La dueña siempre le reservó, además, los mejores vestidos del establecimiento.
Tanta era la curiosidad que despertaba que no faltó quien, en aras de comprobar si realmente era una joven embalsamada clavó sus uñas para ver si se hundían en la piel. Es curioso, todas esas “lesiones” son aún hoy visibles, 74 años después de aquellos acontecimientos.
La celebridad del maniquí –como decía- pronto sobrepasó las fronteras del estado norteño y gentes de todo el país empezaron a darse cita frente al escaparate para observar detenidamente el rostro y las manos del misterioso maniquí. Incluso hubo quien exclamó: “vean sus ojos, tienen las venitas rojas”.
La rumurología desembocó al fin en una investigación judicial. Un buen día, la Policía del estado se presentó en el comercio tras recibir la denuncia de algunos vecinos que consideraban inmoral la exhibición de “un cadáver en el escaparate”. Pero cuando las autoridades hicieron acto de presencia en el local, el maniquí no estaba en él, al menos en el expositor. Cuentan que la propietaria les atendió con desgana y les ordenó que regresaran más tarde pues “Chonita estaba en el baño”. El comentario no hizo más que incrementar las sospechas de los agentes quienes solicitaron examinar de inmediato el famoso modelo. Fue sólo entonces cuando Pascualita Esparza Pérez les explicó que se trataba de un maniquí de cera con cabellos naturales. La sacó del baño envuelta en una toalla para ocultar sus partes impúdicas y les dejó examinar el rostro explicándoles que sus cejas y pestañas habían sido insertadas pelo a pelo, lo que requería cuidados excesivos frente a los maniquís de yeso convencionales.
El misterio continúa
La investigación no evitó que los rumores adquirieran tono de leyenda urbana. El investigador catalán Jordi Guasch que visitó La Popular en 1997. Recabó allí el testimonio de Carmen, una muchacha que le contó que la hija de Pascualita Esparza murió de un susto en el altar cuando un ponzoñoso insecto cayó sobre su tocado. Desde entonces –según su relato- Pascualita decidió “inmortalizarla” vestida siempre con aquel terno nupcial. Pero según pude saber la dueña de La Popular sólo tuvo dos hijos –chico y chica- ésta, en efecto falleció, pero no en el altar sino ahogada a los cuatro años de edad. ¿Se trata tan sólo de una leyenda entonces?
Para nada. Algunas dependientas del local se niegan a vestirla, todavía hoy. Se quejan, por ejemplo, de que su mirada les persigue. El miedo se justifica porque –según la leyenda- mirarla fijamente puede provocar que su fantasma nos acompañe por tiempo indefinido. Parte del personal afirma haber visto de noche sombras en el comercio o aseguran haberla visto llorar. Dicen que oyeron que el maniquí cambiaba solo de vestido. Algunos, incluso, señalan haber identificado a Chonita en las calles adyacentes esperando a su ser amado.
Del maniquí, por desgracia, queda bien poco. Tan sólo se conserva la cabeza que sigue mostrando una nariz y ojos grandes, en contraste con su pequeña boca. Dicen que un devastador incendio lo destruyó casi por completo aunque nadie sabe precisar cuándo ni cómo. Guasch sugiere que se trata de un siniestro inventado por los herederos del negocio para calmar la ira de los fanáticos religiosos y burlar la acción de la ley. En cualquier caso no consta incendio alguno en el 801 de la calle Ocampo y Victoria. Tampoco consta que el célebre maniquí haya sido sustituido. Al contrario, el maniquí que tanto me llamó la atención sigue manteniendo una misteriosa expresión en su rostro, con sus ojos vivaces, aunque su piel y su pelo no tenga la perfección de hace 50 años.
La tienda hoy es regentada por los sobrinos de Pascualita. Cuando alguien les pregunta acerca del maniquí aseguran complacientes que se trata de “una bonita leyenda con poca base real”. Pero nadie oculta el extraño parecido de Chonita con el rostro de Cuca, la hermana de Pascualita, encargada de la confección de los vestidos. Según los familiares era esa y no otra la razón de su adquisición hace ya casi tres cuartos de siglo.
El maniquí que hoy podemos admirar conserva todavía sus ojos de cristal. Sus pestañas son sumamente escasas, han sido reemplazadas, poco a poco, por unas postizas al igual que las cejas o su cabello. La postura desmitificadora de los actuales propietarios no ha evitado que proliferaran en la actualidad fascinantes historias a su alrededor. Una de las más llamativas fue recogida por el historiador Jorge Luis González Piñón quien explica que, en 1988, una mujer fue salvada milagrosamente por “la Pascualita”. Todo ocurrió frente al escaparate del establecimiento. La mujer fue disparada a bocajarro por su compañero sentimental cayendo desplomada a la acera, sin sentido. Tras recuperarse en el hospital de sus heridas declaró que fue la figura espectral de la novia quien la empujó en el último momento esquivando lo suficiente el proyectil.
A medio camino entre el mito y la realidad la Popular se prepara para el 75 aniversario de la llegada a Chihuahua del más misterioso maniquí de todos los tiempos, un maniquí que ha dado origen a la leyenda pero que, como todas, conserva gran parentesco con la realidad.
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