En las postrimerías de la guerra corrió el rumor de que los alemanes disponían de una mortífera arma que cambiaría el signo de la contienda. ¿A qué arma se referían? Cada día, un mayor número de estudiosos consideran que el arma letal a la que se referían era nada menos que la bomba atómica. ¿Llegaron a construirla? Le descubrimos aquí algunas claves.
Por Josep Guijarro
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Una carta remitida por el dirigente del movimiento nazi de Chile, Alexis López, me llenaría de inquietud. Según el presidente del Movimiento Socialista Nacional Patria Nueva Sociedad, en los puntos más altos de la provincia de Palena, en Chile, habrían aparecido cristales de estroncio. Este material es un subproducto de la fisión nuclear que se genera como desecho en las centrales nucleares. El estroncio se emplea, fundamentalmente, en la fabricación de ¡ojivas nucleares! López insinuaba en su carta que los alemanes del III Reich anduvieron probando una bomba atómica en su país y, en consecuencia, que el tráfico de submarinos U-boot por aquellos territorios obedeció a algo más que a un mero apoyo logístico al Japón o a su paso hacia las bases antárticas. ¿Acaso fabricaron los nazis la bomba atómica?, me pregunté.
La historia oficial niega que existiera bomba ni proyecto nuclear alguno, pues los experimentos efectuados por los científicos del III Reich se limitaron a crear prototipos de reactores que jamás funcionaron. Con ellos se pretendía únicamente obtener energía y no material fisible (plutonio) para una bomba, ya que la idea de su construcción se descartó por completo en 1942. Pero López me advertía en la misiva que consultara la labor de un español al respecto. Este investigador afincado en Valencia, Antonio Chover, había reunido en los últimos años una valiosa información que, de ser cierta, obligaría a rescribir la Historia.
En una reveladora entrevista, Chover me pondría al tanto del desarrollo de sus pesquisas. “Según un espía español con el que tuve ocasión de entrevistarme hace año y medio –empezó diciendo Chover- Alemania dispondría, antes de finalizar la guerra, de media docena de bombas atómicas.” Pero, empecemos por el principio.
Una historia con muchos interrogantes
Según la historia oficial, Werner Karl Heisenberg capitaneó el equipo de científicos alemanes que investigó cómo enriquecer uranio y plutonio pero no consiguió su propósito. Chover, sin embargo, piensa que este equipo en realidad fue un señuelo para los aliados y que los verdaderos resultados fueron obtenidos por otros dos equipos que se fusionaron en un momento dado para conseguir el mortal objetivo.
“Existen referencias documentales que indican la existencia de una investigación tan avanzada como para que Alemania, de no poseer la bomba atómica, la habría tenido preparada poco después de la guerra” -asegura.
Incluso la prensa británica y norteamericana se hizo eco de un comunicado procedente de la Office of War Information (OWI) afirmando que el desarrollo de la bomba atómica enemiga era una realidad.
Una de las evidencias de que los nazis consiguieron enriquecer el Uranio es la anécdota del submarino U-234.
“Logré establecer comunicación con Wolfgang Hirshfeld, -me explica Chover-, que fue el jefe de radiocomunicaciones del submarino. Él pudo ver cómo los soldados cargaban en él unos paquetes de 25 cm. de arista en algo parecido a papel de color marrón. Dos oficiales japoneses –continúa- escribían sobre cada paquete, con un rotulador grueso, ‘U235’. Cuando Hirshfeld preguntó por qué escribían ‘U235’ si el submarino se llamaba U-234 el comandante le dijo que mantuviera silencio sobre el incidente y que ya le explicaría en destino.”
Contra todo pronóstico el submarino U-234 decidió rendirse el 13 de mayo de 1945 hasta ponerse en manos de los norteamericanos. Desde el principio se reconoció que el submarino transportaba sistemas de armas secretas muy importantes hasta Japón. Entre sus pasajeros figuraban incluso dos oficiales del ejército nipón y un general alemán. Los japoneses se suicidaron tan pronto como el capitán del U-234 les comunicó su deseo de rendirse.
A bordo iban los últimos y más sofisticados avances de la ciencia y tecnología alemanas: un Messerchsmitt 262 desmontado pieza por pieza, componentes vitales de misiles y cohetes, equipos electrónicos de comunicación, radares, las últimas espoletas de proximidad, revolucionarias granadas anticarro, medicamentos contra la malaria... y un sinfín de planos detallados de otros tantos sistemas y equipos de la más reciente tecnología bélica germana.
Pero lo más importante es que circulaban intensos rumores de que entre las 240 toneladas de carga había óxido de uranio o como mínimo algo conectado con la energía atómica. Estos rumores no llegaron a la prensa nacional americana ni a la internacional, pero sí aparecieron en los periódicos locales de Portsmouth. “A partir de este mineral –concluye Chover- es posible conseguir el isótopo explosivo de Uranio cuyo peso atómico es el 235, el U235” ¿Era esa la razón del misterioso rótulo?
Chover ha reunido muchas otras evidencias de que los alemanes consiguieron enriquecer el Uranio y fabricar bombas atómicas, e incluso documentos aceptados por los historiadores que evalúan el alcance de uno de estos ingenios y que la “historia oficial” atribuye, sorprendentemente, a explosivos convencionales a pesar de su inmenso potencial destructivo equivalente a una bomba de 14 a 18,8 Kt (ver recuadro).
Un testimonio directo
El testimonio del periodista italiano Luigi Romersa constituye otra prueba de peso en nuestra suposición. En el verano de 1984 publicó un interesante artículo en la revista española Defensa, donde relató la gira que realizó en otoño de 1944 por los principales centros alemanes productores de armas secretas, como enviado especial del propio Benito Mussolini.
Durante esta gira tuvo ocasión de asistir personalmente a un TEST ATÓMICO en la isla alemana de Rügen el 12 de octubre de 1944.
Pero de ser ciertas todas estas suposiciones, ¿dónde enriquecían el Uranio?
Chover prefiere no contestar de momento esta pregunta, aunque dispone de indicios provisionales de los lugares donde tenía lugar esta actividad. Harald Fäth, autor de 1945 - Thüringens Manhattan Project, se inclina por las instalaciones subterráneas de Jonestal en Turingia (Alemania), aunque pueden existir otros emplazamientos según deduce Carter Hydrick, en su libro Critical Mass (que, por cierto, está disponible libremente en Internet).
La osada postura de Chover mantiene, además, que las investigaciones alemanas sirvieron de base al desarrollo de las bombas atómicas aliadas. Así, por ejemplo, el destino del Uranio del submarino U-234 fue a parar a los norteamericanos. Lo afirma el prestigioso semanario Der Spiegel de agosto de 1996 al hacerse eco de la transmisión secreta de la Navy numerada como # 222115 y dirigida a la base naval de Portsmouth el 23 de mayo de 1945 así como de las declaraciones del aludido Carter Hydrick: "De acuerdo con las órdenes conseguí la carga del U-234... y lista de inventario enviada al CNO (Oficial Jefe de Operaciones Navales) el cual dará instrucciones de embarque y controlará el acceso así como la disponibilidad de toda la carga, debido a su vital importancia para la guerra en el Pacífico". Revelador.
“A todas luces –concluye Chover- el uranio del U-234 fue enviado a Oak Ridge o a Los Alamos e incorporado a las primeras bombas atómicas americanas, especialmente a la de Hiroshima”.
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