jueves, 21 de febrero de 2013

El regreso de los reyes de Dios

De acuerdo con la actual constitución, el Gran maestre de la Gran Logia Unida de Inglaterra debe de ser un príncipe de Sangre Real. Y la sangre, en este caso, es un factor importante pues una rama de la masonería espera la llegada del Rex Mundi, un soberano de sangre real dispuesto a gobernar sobre todo el orbe Cristiano.

Por Josep Guijarro





En 1314, tras la disolución de la Orden del Temple, Escocia se convirtió en un santuario particularmente apropiado para los templarios que huían de la persecución inquisitorial. Un rey muy débil, Eduardo II, no aplicó la bula papal y los templarios escaparon a Escocia actuando como la caballería de Robert Bruce que, a la sazón, peleaba por la independencia del país.
En gratitud, Bruce les entregó la abadía benedictina de Kilwinning en el norte de Escocia, que era la cenobio de constructores más importante del país.
Esto propició que la masonería operativa escocesa, es decir, los gremios de constructores, asumieran características especiales, influenciados por las concepciones caballerescas templarias, y paulatinamente, a lo largo de siglos, fuera dejando atrás su carácter operativo para transformase en una masonería especulativa, de corte filosófico. Esto se concretó en 1737 con la creación de la Gran Logia de Escocia cuyo Gran Maestre fue William Sinclair de Rosslyn.
Con anterioridad a esta efeméride, concretamente durante el exilio en Francia de Carlos II Estuardo (1649 - 1660), se gestó la que posteriormente sería conocida como “masonería jacobita”, originada en la masonería operativo-especulativa escocesa de influencia templaria, la cual actuaba como un partido político en apoyo de la Casa de los Estuardo y de su pretensión de restauración en los tronos de Inglaterra y Escocia.

Imperium Templi: 
objetivo de la francmasonería jacobita
Cuando la casa Estuardo fue expulsada del país tras el proceso revolucionario del siglo XVII en Inglaterra, esa tradición templaria escocesa va a parar a Francia. Uno de los responsables es Andrew Michael de Ramsay, masón jacobita artífice del establecimiento de la francmasonería francesa y creador de las primeras logias en el reino. Ramsay suscitó la vanidad de los aristócratas franceses asimilando su adhesión a las logias masónicas con la entrada en una orden de caballería.
Para favorecer el reclutamiento, este escocés residente en Francia, afirmó en 1736 que la francmasonería tenía su origen más lejano en el antiguo Egipto y la Grecia antigua. Ramsay consiguió su objetivo y la implantación de las logias en el país galo tuvo una progresión espectacular reuniendo en torno a sí a las personas más próximas al poder. El Gran Oriente de Francia, sin duda la logia más importante de la época, estaba presidida en 1789 por el duque de Orleáns, Luis Felipe, que tendría un papel importante durante la Revolución francesa.
El primo del rey, conocido con el sobrenombre de Felipe Igualdad, favoreció tanto como pudo las usurpaciones de poder que tuvieron lugar durante ese período.
Cuando se trató de derrocar a la monarquía y matar al rey y a su familia, la pseudofiliación templaria de los masones resurgió: se dedicaron a alentar todas las conspiraciones contra el rey de Francia en nombre de la legítima venganza de Jacques de Molay, el último Gran Maestre del Temple ejecutado por la inquisición.
Según el historiador argentino Eduardo Callaey, “los líderes escoceses preparaban un plan general que restaurara la Orden del Temple en Europa. Pese al éxito obtenido por Ramsay, esta nueva caballería pretendía organizarse en una verdadera Orden llamada a controlar la francmasonería y –justo es decirlo- servirse de ella”.
Y es que según Callaey, “hay una causa para la reivindicación templaria. Hay un motivo, una inspiración. La Europa del siglo XVII –asegura- es una Europa en armas contra el Islam, la última oleada otomana está a las puertas de Viena cuando es detenida agónicamente en 1680”.
¿Y quienes son los que están al frente de sus ejércitos?
Son de nuevo los Bouillon, los Borgoña, los Lorena… son los descendientes de quienes protagonizaron la cruzada. Y la masonería del siglo XVII es una masonería aristocrática que estaba integrada por estos hombres. Callaey nos confiesa que “si yo hubiese sido un Boullion en esas batallas contra los turcos, lo que hubiese tenido presente es a la figura de Godofredo…”.

Caballeros de Sangre Real
Y es importante señalar en este punto que Godofredo de Bouillon, uno de los principales líderes de las cruzadas, no participó en ellas con la misma intención que otros señores feudales o reyes. Él fue a un viaje sin retorno porque creía que iba a establecerse en una tierra que por su herencia de linaje le pertenecía. ¿Cómo un francés podía presumir un origen judío o, incluso, considerase descendiente de Jesús?
La respuesta radica en el pacto suscrito entre Carlomagno y el sultán Harun al-Rashid.
Este último tenía un problema con los judíos de Babilonia. Sabemos que después de la diáspora se estableció en Mesopotamia una importante comunidad judía gobernada por un exilarca, es decir, el que detectaba la herencia de sangre del rey David. En el siglo VIII está ya una lucha entre dos supuestos descendientes (dos primos) y desatan una guerra en el exilio. “Al sultán se le paraliza el comercio –nos aclara Callaey- y los dos exilarcas le exigen que sea él el que medie y diga cuál de los dos queda con el control de la comunidad judía. Entonces –continúa- Harun al-Rashid recurre a Carlomagno y le propone que si él le otorga un exilio dorado a uno de los dos, con un buen casamiento, una alianza de sangre y un tratamiento noble, él presionará sobre el califato de Granada (frontera occidental con el Islam) para que baje la tensión”.
Entonces le entrega a uno de ellos, a Makhir David (730-793),  el condado de Narbona (recibirá el nombre de Teodorico I y los títulos de Duque de Toulouse, Conde de Narbona y Príncipe judío de Francia) y lo casa con la princesa Auda Martel, una princesa de sangre real. En los siglos siguientes los hijos desarrollan toda una línea judeo-carolingia.
Hay algo todavía más interesante –recalca el historiador argentino-. Los carolingios, que habían usurpado el trono de los merovingios, necesitaban legitimar su autoridad con un linaje divino, real, y por ello la alianza se vio con buenos ojos”.
Esta es, en definitiva, la causa por la que en Narbona y el sur de Francia va a prosperar la cábala, se van a establecer escuelas ligadas al estudio talmúdico y la Torá y los cabalistas de la Provenza. Los carolingios lograron con ello la incorporación del león a su escudo (símbolo de la Casa de Judá) que está en  todas las casas reales europeas que descienden de esa rama judeo-carolingia y eso les permitió desarrollar toda una simbología en la cual aparecen ellos, los grandes jefes de la casa real, siempre vinculados a la imagen del rey ungido.

Masones: herederos del temple
La tradición templaria, forzada a la clandestinidad durante casi 400 años emergió en el siglo XVII y se constituyó como un factor influyente en las creencias masónicas y rosacruces. Ramsay había sospechado de la influencia templaria pero fue Kart Gotthelf, el barón Von Hund, quien estableció la influencia firmemente dentro de la tradición masónica con la fundación del Rito de Observancia Estricta.
El barón Von Hund fue iniciado por lord Kilmarnock, Gran Maestro de la francmasonería escocesa, en 1742. Se especula que este grupo pudo ser el heredero de las creencias templarias importadas a Escocia o, incluso, por los descendientes de la logia fundada en el siglo XIV por el hijo del rey Eduardo III. Sus responsables afirmaban con convicción que en Escocia se había fundado a principios del siglo XVIII una logia masónica que consiguió su carta fundacional de un capítulo templario que había sobrevivido en Bristol y que había sido operativo durante varios cientos de años. La Orden tenía un claro origen estuardista y, en cualquier caso, la restauración templaria formó parte del vasto plan de la francmasonería jacobita.
Conviene saber que Von Hund recibió los altos grados de la masonería en 1743 en el Capítulo de Clermont, en Paris y, que después, afirmó haber sido iniciado en un Capítulo Templario (una estructura jerárquica) en Inglaterra por un caballero anónimo cubierto con un tocado con una pluma roja. De acuerdo con los archivos del grupo Stella Templum, el misterioso caballero era, en realidad, Alexander Montgomery, conde de Eglinton, aunque otros sospechan  que se trataba de Carlos Eduardo Estuardo. Éste sin embargo siempre ha desmentido cualquier vinculación con la francmasonería, a pesar de que el último sucesor de los Estuardo, que murió exiliado en Roma en 1788, soñaba con la creación de un reino templario en Escocia.
Fuera quien fuera, lo cierto es que fue este enigmático personaje quien le dio permiso a Von Hund para fundar en Alemania una rama germana de los neo-templarios. El mito popular que recorría entonces los círculos ocultos era que los templarios habían sido iniciados en una enseñanza gnóstica, transmitida por los esenios, quienes a su vez habrían iniciado a Jesús en los misterios que siglos después rescatarían los templarios en las ruinas del Templo de Salomón. En consecuencia, los neo-templarios fueron un intento por combinar la sabiduría pagana con los ideales cristianos.

El retorno del Rex Mundi
Pero junto a Von Hund había otra persona que reivindicaba la recuperación templaria en Alemania. Me refiero a Johann Augustus Starck. Este profesor de lenguas había topado con el templarismo masónico en San Petesburgo. Estaba convencido que los templarios habían heredado sus conocimientos ocultos de Persia, Siria y Egipto y que se los habría transmitido a una sociedad secreta esenia que funcionaba en Oriente Medio durante las cruzadas. Su versión del neo-templarismo recibió el mecenazgo de los aristócratas europeos logrando agrupar entre sus filas a numerosos duques, condes y príncipes. En suecia, Gustavo III se convirtió en su mecenas porque creía que habían sido fundado por Carlos Estuardo y era un partidario de los pretendientes escoceses y los jacobitas.
Tras la muerte de Hund la Estricta Observancia se debilitó y se apartó paulatinamente de sus orígenes templarios hasta derivar en el Rito Escocés Recificado.
Ramsay sotenía que la masonería había nacido en Tierra Santa y era un instrumento ideológico de los Cruzados. Y entendía que su misión consistiría en construir una comunidad universal por encima de las naciones, regida por Dios, basada en la hermandad, y puesta al servicio del bien y de la verdad.
Al frente de este imperio transnacional debería situarse un rey de linaje divino, un descendiente de Jesús, lo que se conoce como familias Rex Deus.
Asumiendo que Jesús hubiera tenido hijos, sus descendientes se dispersaron por Europa y Asia Menor a lo largo de los siglos emparentando con caudillos de las aristocracias
No debiera sorprendernos que los Estuardo por los que apostaba Ramsay y la masonería templaria fueran Rex Deus. De acuerdo a las investigaciones de los masones Christopher Knight y Robert Lomas, cuando Jacobo VI de Escocia se trasladó a Londres para ser coronado Jacobo I de Inglaterra, llevó consigo la masonería que, a decir de estos expertos es una “variante de la doctrina Rex Deus que narra la historia de la reconstrucción del templo de Salomón”.
Al hilo de estas ideas el investigador Tim Wallace  asegura que “la masonería ha sido la expresión de la cristiandad durante los últimos dos mil años”. Queda por saber ahora si el profetizado retorno del Hijo de Dios es ese Rey del mundo que todavía muchos esperan.

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