miércoles, 6 de marzo de 2013

Templarios: la conexión hebrea

Un reciente ensayo relaciona a los promotores de la Cruzada y a los templarios con los descendientes de los judíos expulsados de Jerusalén por Herodes. De confirmarse, disponemos de nuevas e importantes claves para interpretar la misión de los templarios en Tierra Santa y la naturaleza de sus hallazgos.

Por Josep Guijarro



En tiempos del rey Salomón, existía un sacerdocio hereditario en Jerusalén. Estos sacerdotes se trasladaron a Europa y sus descendientes regresaron con los cruzados para recuperar su ciudad perdida. Allí, restablecieron los antiguos ritos que se celebraban en la Ciudad Santa durante mil años, hasta la destrucción del Templo, en el 70 después de Cristo. Esta revolucionaria hipótesis ha sido planteada por dos investigadores británicos, Christopher Knight y Robert Lomas, en su libro The book of Hiram, un trabajo que bucea en los orígenes de la fracmasonería escocesa. Para demostrarla han analizado durante los últimos quince años la arquitectura, los símbolos y las dimensiones de una capilla situada al sur de Edimburgo, me refiero a Rosslyn.
Knight y Lomas sostienen que Rosslyn reproduce en una escala de uno a tres las estructuras del Templo de Salomón y que, en consecuencia, está conectada con la masonería a través de su arquitecto Hiram Abiff.
Rosslyn fue construida en 1440 con la intención de ser convertida en colegiata pero sólo llegó a erigirse el coro y la capilla que hoy se admiran. Esta última está llena de desconcertantes símbolos pertenecientes a las tradiciones hebrea, cristiana, egipcia, masónica y pagana.
En realidad no hay elementos cristianos, los que hoy se observan fueron incorporados posteriormente, durante la época victoriana. La capilla, pues, se erigió sin baptisterio ni altar. Dispone de dos espacios: el vestíbulo principal y la cripta. El primero posee catorce columnas. Doce son iguales en sí pero las dos restantes están magníficamente talladas, representando a las míticas Jaquín y Boaz del Templo de Salomón. No es una conjetura gratuita. Los autores de The book of Hiram son dos reconocidos masones que repararon en que uno de sus ritos, el llamado “real arco” describe la excavación de las ruinas del Templo de Herodes y afirma que debía haber dos magníficas y otras doce de estilo corriente, tal y como sucede en Rosslyn.
En un trabajo anterior, Knight y Lomas demostraron que los templarios viajaron a Tierra Santa no para defender a los peregrinos sino para excavar en las ruinas del Templo y rescatar de allí documentos y valiosos objetos rituales. Para probarlo, hacen referencia al hallazgo de diversos objetos templarios en un pasadizo subterráneo que conducía a la mezquita de Omar por parte de un contingente del Ejército Británico en el siglo XIX. Pues bien, según revelan en The book of Hiram, recientemente ha sido descubierto bajo el Gardener's Brae del castillo de Rosslyn un profundo túnel que penetra en los cimientos de la capilla. En opinión de Knight y Lomas esta cavidad reproduce el mencionado túnel del Templo y les lleva a deducir que los constructores de la capilla reprodujeron hasta el mínimo detalle las estructuras del Templo de los judíos con un estilo inspirado en la visión de Ezequiel de la Nueva Jerusalén. La pregunta es: ¿para qué? ¿Con que objetivo?
Pues para que la capilla funcionara como un imán de energías celestes y telúricas encaminadas a propiciar la llegada de un Imperator Mundi, en otras palabras: el Rey del mundo. Éste, y no otro, era el plan que habían de materializar los templarios…, pero vayamos por partes.

Los descendientes del rey David
Muchos expertos admiten hoy que los templarios formaban parte de un plan que pretendía instaurar un gobierno mundial. Un plan sinárquico que entronca con ciertos ideales masónicos tales como la eliminación de la lucha de clases a través de movimientos cooperativos o la instauración de un nuevo orden europeo guiado por un gobierno de sabios.
La relación entre los templarios y Rosslyn se remonta a los tiempos de la primera cruzada. Henry Saint Clair participó en ella junto Hugues de Payns, casado precisamente con su sobrina Catherine. A su regreso recibirá el título de barón. Aunque su nombre no figura entre los nueve fundadores de la Orden del Temple es evidente que ambos mantenían estrechos vínculos incluyendo la donación a los templarios de los terrenos sobre los que hoy se erige la misteriosa capilla. Tras la abolición de la Orden en 1307 muchos templarios huyeron a Escocia. Allí residía la única monarquía europea que no reconoció la autoridad de la Iglesia católica y, en consecuencia, podían estar a salvo de la persecución inquisitorial a la que eran sometidos en el resto de Europa.
Pero este amparo no fue del todo gratuito. Los nacionalistas escoceses, liderados por Robert el Bruce estaban en guerra desde hacía años con los ingleses. Habían sufrido importantes reveses hasta que el 6 de noviembre de 1314 hizo acto de presencia en los campos de batalla el Beausant (el estandarte templario). En efecto, un antecesor del constructor de la capilla, William Saint Clair, luchó codo con codo con Robert el Bruce en la batalla de Bannockburn asegurando así la libertad del reino de Escocia. Aquella gran victoria frente a los ingleses sería recompensada –como dije anteriormente- con la protección del rey Bruce a los templarios quienes hallarían el camuflaje perfecto en las Casas de Albañiles, las organizaciones más poderosas de su tiempo al margen, claro, de los gobiernos estatales y locales. Estos cuerpos profesionales terminaron convirtiéndose después en organizaciones ideológicas y políticas; las actuales logias masónicas.
Entre tanto Robert el Bruce hizo voto de ir a Jerusalén y combatir a los sarracenos pero no pudo cumplir su promesa antes de morir. En señal de respeto, su corazón embalsamado fue llevado por William Saint Clair y James Douglas a Tierra Santa en el transcurso de la última cruzada sin embargo nunca llegó allí. Ambos murieron en España, de camino del Santo Sepulcro. Knigth y Lomas aseguran que este compromiso era una suerte de vínculo muy antiguo entre los caballeros fundadores del Temple y los sacerdotes de la antigua judea.
En su nuevo libro The book of Hiram desarrollan más profundamente esta idea asegurando que la Cruzada no fue más que el retorno a la Tierra Prometida de los descendientes de los judíos expulsados por Herodes Agripa II, en el año 70 d.C, cuando el Templo fue destruido y la ciudad santa arrasada por el emperador romano Tito.

La conexión hebrea
Estudios recientes pretenden reivindicar las conexiones genealógicas de ciertos protagonistas de la Cruzada y de los fundadores del Temple con la casa de David, la misma a la que perteneció Jesús de Nazareth, según los evangelios canónicos de Mateo y Lucas y cuyos colores son el verde y el dorado, los mismos que presiden las tenidas masónicas del rito escocés.
Así, por ejemplo, Godofredo de Bouillon no fue a la Cruzada con la misma intención que otros señores feudales o reyes. Había vendido o donado todas sus posesiones, lo que demuestra que para él era un viaje sin retorno porque creía, seguramente, que iba a establecerse en una tierra que por herencia de linaje le pertenecía. Curiosamente ningún otro cruzado de rango inferior o superior le disputó este privilegio.
Casi treinta años antes de su entrada triunfal en Jerusalén Godofredo había cedido los terrenos de Orval a un misterioso grupo de monjes calabreses con objeto de albergar un pequeño monasterio. Uno de esos monjes, Pedro el Ermitaño, que se había convertido en tutor personal de Godofredo. Sorprende constatar que en Orval permaneció durante un año el profeta Nostradamus, que predijo en el siglo XVI la instauración de un rey del mundo.
Según pone en evidencia Enrique de Vicente en su reciente libro Las claves ocultas del Código da Vinci, algo importante debió descubrirse en esa época en relación a los merovingios y al Templo de Salomón, motivo por el cual Pedro y sus monjes se lanzaron a promover la Cruzada. Resulta llamativo comprobar como Orval está situado muy cerca del lugar donde cinco siglos antes había sido asesinado Dagoberto II, el último rey merovingio de Austrasia cuyas raíces míticas entroncan también con la casa de David cuyos orígenes se remontan a la noche de los tiempos cuando –según el antiguo Testamento- los dioses se cruzaron con las hijas de los hombres.
Junto a Pedro El Ermitaño y Godofredo de Bouillon cabe reseñar a otros dos personajes clave: el Papa Benedicto II y Bernardo de Claraval, ambos dos miembros destacados de los cistercienses. El primero promovió la Cruzada contra los infieles y el segundo tejió con notables apoyos, de los que nos ocuparemos más adelante, un plan de recuperación de ciertos documentos secretos en el templo de Jerusalén y promovió la creación de los monjes-guerreros: los templarios.

La Tau y la sabiduría arcana
A tenor de estas nuevas revelaciones, ¿qué papel jugaron los templarios en Tierra Santa?
Ya decíamos que la intención de William Saint Clair era diseminar en Rosslyn los documentos secretos hallados en Jerusalén casi dos siglos antes a imagen y semejanza del Templo. Esto supone admitir, naturalmente, que los templarios no viajaron a Tierra Santa para defender a los peregrinos sino con fines arqueológicos. Es evidente que nadie que quiera defender caminos se queda encerrado nueve años en un lugar… y a propósito del nueve. Los expertos en el Temple han señalado a menudo que los nueve fundadores y los nueve años de permanencia en el templo eran símbolos pero: ¿de qué?
A la luz de la hipótesis judaica de Knight y Lomas el nueve adquiere un significado especial. Resulta que la novena letra del alfabeto hebreo es la Tav (la Tau griega). Esta letra, representada por el noveno sefirá cabalístico (el Yesod o fundación) se relaciona con la serpiente y el secreto de la sabiduría. Pero es que, además, la marca de la tau era la que los kenitas llevaban sobre la frente cuando Moisés se encontró con ellos. En la capilla de Rosslyn, curiosamente, los catorce pilares han sido dispuestos de tal manera que los ocho del lado este trazan la forma de una triple Tau. Sospecho que Hugues de Payns y sus ocho freires fundadores ignoraban los códigos y el significado de lo hallado en el Templo y, para ello, tuvieron que recurrir a la ayuda de cabalistas judíos y sabios islámicos a través de su protector Bernardo de Claraval.
Dos siglos después la simbología había sido desvelada y puesto a salvo en la capilla de Rosslyn. Este santuario es por tanto una representación de la Jerusalén Celestial, con torres y un enorme techo central de forma curva sostenido por arcos. Una reconstrucción del templo de Herodes adornada con simbolismo nazareo y templario encaminado a dar cobijo al “secreto”.

Objetivo: reconstruir el Templo
Una visión retrospectiva a los primeros años del Temple en Tierra Santa nos hace ver que su interés de la Orden radicaba precisamente en el Templo y no en la defensa de Jerusalén. En sus paredes subterráneas estaban inscritas las genealogías de los sacerdotes del Templo, cuyo linaje se remonta a David y a Aarón. Según Knight y Lomas, antes de la destrucción del templo, los sacerdotes se dispersaron por Europa a través de Grecia y volvieron a la ciudad destruida para recuperar los restos de alguien conocido como “el salvador”. El grupo de supervivientes recibe el nombre de Rex Deus (Rey Dios) y tenía como objetivo conservar las líneas de descendencia de los dos mesías (David y Aarón) que algún día establecerían el reino de Dios en la Tierra. Un argumento que entronca con la misión del Temple y su convicción inquebrantable en el Retorno Glorioso de Cristo tal y como viene anunciado en la Biblia.
Según la revelación templaria este Retorno Glorioso del que hablan las escrituras debería estar precedido por la llegada de otro Gran personaje; “el Consolador que mi Padre os enviará en mi nombre, aquel que os enseñará todas las cosas y que os recordará todo lo que Yo os he dicho”... Aquel que debe “hacer que cada hombre llegue a ser un día Rey y Papa de sí mismo” y cuya venida condiciona la parusía.
Toda la aventura templaria de la Edad Media está basada en la espera de la venida del Paráclito. Unas ideas no muy diferentes de las del judaísmo contemporáneo a Jesús.
Pero, para que esta “segunda venida” tuviera lugar debían de reunirse algunas condiciones, como el restablecimiento equilibrado de la Autoridad y el Poder, circunstancias que a la sazón estaban lejos de conseguirse. El reino de Jerusalén estaba irremediablemente perdido a finales del siglo XIII. Después de la pérdida de su capital en 1244, este reino sólo existía de manera vegetativa. La derrota de San Juan de Acre, en 1291, no venía más que a confirmar un estado de hecho.
Los templarios creían en el regreso inminente del Mesías y para ello, según las tradiciones hebraicas, había de erigirse un nuevo Templo donde albergar el Arca y se renovara el pacto con Dios. Ese templo, sin embargo, no sería construido en Tierra Santa sino muy lejos, en Escocia y puede que allí permanezcan a salvo sus secretos y ritos... por mucho tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario